La metrópolis de Nueva Crobuzon se extiende desde el centro del mundo。 Humanos, mutantes y razas arcanas malviven en la penumbra bajo sus chimeneas, donde el río se trona viscoso por los afluentes artificiales, donde las fábricas y fundiciones amartillan la noche。 Durante más de mil años, el Parlamento y su brutal milicia han gobernado una vasta economía de obreros y artistas, espías y soldados, magos, yonquis y prostitutas。 Pero acaba de llegar un extraño con el bolsillo lleno y una demanda imposible。 De forma torpe, inadvertida, algo imposible es liberado。
Dotado de un especial talento para las ambientaciones exóticas, China Miéville convierte a Nueva Crobuzon en un vigoros escenario en el que se dan cita los ecos de un Londres victoriano, la distopía más agria, la poderosa imaginería de la literatura gótica y originales razas atropomórficas。 Sirviéndose de los recursos clásicos de la literatura fantástica y de anticipación, inaugura una fórmula narrativa fresca y novedosa, capaz de fascinar por igual a público y crítica hasta convertir La estación de la calle Perdido en la gran revelación de 2000 en el Reino Unido, donde ha sido galardonada con los principales premios literarios。
«La estación de la calle Perdido transporta al lector, a lo largo de más de ochocientas páginas rebosantes de imaginación, a Nueva Corbuzon, una metrópoli bulliciosa y brutalmente estratificada: un Parlamento compuesto por miembros de las elites, y sostenido por la fuerza militar, rige los destinos de una población marginal, ingente y prácticamente paria, de drogodependientes, prostitutas, artesanos y delincuentes。 Sin ser del todo un libro steampunk, La estación de la calle Perdido tiene algo de parábola victoriana, de versión sci-fi de Oliver Twist en la manera de describir la suciedad y la miseria en las calles。 A lo que Miéville añadía un ingrediente más: la xenofobia。»