Después de comprarlo, al llegar a casa, quise echarle un vistazo。 Lo abrí por una página al azar y tuve que leerlo inmediatamente, desde ese punto aleatorio hasta el final y después desde el principio hasta ese punto。 Me ha parecido una maravilla。 Había algunas cosas que no sabía y testimonios que nunca había leído ni oído。 Ahora tengo una Pena en el pecho, que alterna con la rabia visceral e ilógica que me brota cuando pienso en el funesto destino de Federico。